Muchos bebedores excesivos serán alcohólicos al cabo de unos anos. Este ascenso en el nivel de la gravedad dependerá de unos datos objetivos-la cantidad y los anos del consumo del alcohol-, pero también de las diferencias individuales de las personas. El hecho de que un consumidor habitual no se convierta en bebedor crónico no quiere decir que el alcohol le resulte inofensivo, su calidad de vida va a quedar, en cualquier caso disminuida. Algunas de las manifestaciones son: Perdida de control, irritabilidad y explosiones de ira o alegría, alteraciones del sueño, alteraciones digestivas, cirrosis hepática, disfunciones sexuales entre otros. Se manifiesta en aquellas personas que exceden de los límites señalados anteriormente, ya que lo que beben resulta perjudicial para el organismo. En estos casos es frecuente la aparición de ciertas alteraciones gastrointestinales (perdida de apetito, molestias de estomago, diarreas, nauseas matinales) o neurológicas (dolor de cabeza al despertar, problemas de sueno) que los bebedores minimizan.
El alcoholismo a pesar del gran número de personas aquejadas y del gran costo humano y social que esta enfermedad ocasiona, la inversión en medios humanos y materiales para atender tanto a los centros asistenciales como a los programas preventivos ha sido mucho mayor en otras drogodependencias. Las razones no son casuales. La brusca irrupción de las poli toxicomanías en España a partir de los años ochenta la edad temprana de los sujetos afectados; la vinculación de este hecho no solo a problemas graves de salud, como el Sida o la muerte por sobredosis sino también a fenómenos de marginación social, han llevado a cuantiosas inversiones en el tratamiento y la prevención de las drogodependencias no legales. No es cuestión de poner en entre dicho la prioridad otorgada en los últimos años a la dependencia de opiáceos, sino que se trata simplemente de recalcar la necesidad ineludible de volver la vista sobre un fenómeno muy arraigado en nuestra cultura que no deja de extenderse a todas las edades y capas sociales: el consumo excesivo del alcohol. Los problemas ocasionados por el consumo abusivo de alcohol rebasan con creces los derivados del hábito a la bebida. Las alteraciones de la salud, los trastornos psicopatológicos y conflictos psicosociales constituyen una realidad compleja que requiere un tratamiento adecuado. Las posibilidades de recuperación son relativamente altas cuando los sujetos no son muy mayores y están implicados activamente en la terapia. Por decirlo en otras palabras, la mayor urgencia clínica estriba en captar a las personas para el tratamiento porque, una vez incorporadas a él, las posibilidades de rehabilitación son relativamente buenas. Una de las características más importantes de la sociedad actual es la politoxicomanía. Muchas personas, sobre todo los jóvenes, mezclan distintas sustancias (hachís y alcohol o cocaína y alcohol) para conseguir unos efectos más intensos.
La combinación de bebidas alcohólicas con sustancias adictivas depresoras (que reducen el grado de activación del organismo) puede tener un efecto multiplicador en lugar de un resultado meramente aditivo. Por ejemplo, una persona que tome tranquilizantes y a la vez consuma vino, se emborrachará con facilidad y verá claramente aumentados los efectos de estas sustancias por separado. Tomar alcohol constituye un placer para una gran parte de la población. No tiene porque ser algo necesariamente problemático. Los bebedores moderados hacen un uso razonable del alcohol. Desde un punto de vista cuantitativo, toman bebidas de baja graduación, alternan las bebidas alcohólicas con otras que no lo son y no las consumen a diario ni con el estomago vacío. Suelen beber lentamente, y nunca sobresalen de la cantidad de 40-60 gramos de alcohol al día en los adultos, 40 en los jóvenes y 20 en las mujeres. Hay una clara conexión entre la depresión y el abuso del alcohol. En algunas ocasiones, la existencia de una depresión previa acompañada de la incapacidad para hacer frente a las tensiones cotidianas y de síntomas como tristeza, aburrimiento, perdida de interés por las cosas, sensación de inutilidad o auto acusaciones, que se agrava generalmente por las mañanas, puede predisponer a la bebida como forma de alivio a automedicación para combatir los síntomas depresivos. Pero en otras ocasiones, las consecuencias producidas por el alcohol (como el deterioro físico, perdida de la familia, problemas laborales, aislamiento social, sentimientos de culpa, entre otros.) o las dificultades para restablecer la abstinencia en un programa terapéutico, pueden generar en la persona afectada un estado de animo deprimido.